Locura y Técnica.
Bordados de las fotografías de las histéricas de la Salpêtrière
A finales del Siglo XIX el médico
Jean Charcot se hizo cargo del pabellón de las histéricas del hospital de la Salpêtrière.
Los llamativos y novedosos experimentos realizados en los claustros del antiguo
internado convirtieron las clases impartidas en la primera Cátedra de
Enfermedades Nerviosas del mundo. Los métodos allí utilizados, sin embargo,
fueron calificados por reconocidos colegas de la época como teatrales, circenses
y estrafalarios que jamás mejoraban el estado de las pacientes sino que los
potenciaban cada vez más. Aún así estas experiencias son para nosotros el
antecedente de todas las investigaciones contemporáneas sobre psiquiatría y
psicología.
El principal objetivo de Charcot era muy claro,
clasificar el grupo conformado por las histéricas para obtener un catalogo
evidente de las enfermedades psiquiátricas y neurológicas, y convertir la
inasible manifestación de la histeria en un objeto científicamente abordable. Para ello incurrió en mediciones con aparatos
y diferentes instrumentos, sesiones de hipnosis, la aplicación recurrente de
estímulos sensoriales y la sistemática descripción del flujo vaginal, entre otras
anotaciones de las llamativas contorsiones de los cuerpos femeninos. Además de
la creación de un exhaustivo archivo fotográfico de las experiencias realizadas
en la clínica.
La fotografía no fue para Charcot un simple
registro de sus actividades sino la más acabada culminación de un episodio que
no podía repetirse. La fotografía hizo de la histeria un fenómeno estático. Aquello
que se escapaba una y otra vez en la nerviosa expresión de las contorciones,
con la fotografía se detenía mostrando el cuerpo enfermo como un objeto de
posible apropiación. Esto fue así al punto que Charcot creó un laboratorio
fotográfico en una de las habitaciones del hospicio. Un espacio donde la
escenificación de la locura era captada en el instante preciso de su posible
representación.
En este sentido, la operación fotográfica, la
representación, y la definición de la locura, del rasgo histérico
exclusivamente en las mujeres, van de la mano. En la medida en que se figure
una teoría de la salud en términos de normalidad, manifestada por la
gestualidad y deducida por características corporales, la locura tendrá un
lugar en nuestra sociedad como un mal a combatir, una conducta a erradicar.
Dejando, en la minoría que no encuadra en la legalidad del orden mental, la
condena de su aislamiento.
Los bordados que realicé y que llamé “Locura y Técnica. Bordados de las
fotografías de las histéricas de la Salpêtrière”, ponen de manifiesto una operación
de desarticulación de la técnica fotográfica, como herramienta de
representación de la locura. El bordado como desarrollo artesanal de la materia
y el tiempo, compone una imagen que jamás podría ser elaborada en un instante.
El cuerpo de quien borda se contorsiona, se descompone y sufre en analogía con
la imagen representada: las fotografías de las mujeres de la Salpêtrière. Así
en estos bordados se intenta exorcizar el lugar de objeto enfermo otorgado a
cada uno de los cuerpos, para generar
empatía con ellas a través de una sintonía de efectos físicos.
De algún modo el bordado recupera lo femenino
inasible que el capitalismo moderno en armonía con la técnica de los aparatos
científicos, trataron de eliminar para ordenar el mundo a la medida de una
racionalidad eficiente. Fuera de todo esto cada sujeto guarda para sí la
morfología de lo diferente, que no es exactamente locura sino la imposibilidad
de definir de manera absoluta todo lo que la mente humana es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario